LA CONDICION DE VICTIMA Y EXPERIENCIAS NOCIVAS EN LA ADOLESCENCIA ES EL ORIGEN DE LA PATOLOGIA
UN PEDOFILO QUE HA SUFRIDO ABUSOS SEXUALES EN SU INFANCIA Y/O
ADOLESCENCIA CORRE EL RIESGO EN UN 85% DE CONVERTIRSE EN UNO.
¿Qué ocurre en la mente de un individuo para que se excite tocando a un
menor? Los expertos no han dado aún con una respuesta clara para
explicar esta patología, la pedofilia.
Apuntan hipótesis: experiencias
nocivas en la adolescencia o el hecho de haber sufrido abusos en el
pasado pueden conducir al adulto por la senda del delito. Los pedófilos
sienten un impulso irrefrenable y saltan de la fantasía a la realidad. Y
aunque Internet, con sus comunidades virtuales y foros, les ha dado
alas, según los expertos, son pocos.
La mayoría de abusos a críos se dan
en casa. Lo que añade el incesto. Una fuerte depresión, el fracaso en
las relaciones personales o la ingesta de alcohol pueden desinhibir a un
individuo para que acabe abusando de su hija, nieta o sobrina. Porque la mayoría de víctimas son niñas.
COMO SE ACERCAN LOS PEDOFILOS A LOS MENORES
LA MAYORIA DE ABUSOS SE DA EN EL SENO DEL HOGAR
CARENCIAS AFECTIVAS PUEDEN LLEVAR A BUSCAR CARIÑO EN LOS NIÑOS
LOS PEDRASTAS BUSCAN TRABAJOS QUE LES PERMITAN ESTAR CERCA DE MENORES
INTERNET PUEDE REFORZAR SU IDEA DE QUE LO QUE HACEN ES ACEPTABLE
UNO DE LOS CASOS
Gums and Friends. Es decir, Chicles y Amigos. Es el nombre con el que
José A. P. bautizó su tienda de golosinas, en el apacible paseo de
Vilanova (Barcelona), que da al puerto. El local sigue abierto, pero
José ya no despacha a nadie. Está en la cárcel por supuestos abusos a
dos niñas. Las víctimas son hijas de dos empleadas rumanas que
trabajaban para él en una panadería. El hombre, de 33 años, se ganó la
confianza de las pequeñas. Con argucias, las llevaba a Gums and Friends
mientras sus madres vendían pan. En el almacén, las obligaba a
masturbarle.
Cometió los abusos de forma reiterada. Un patrón que se repite en
casi todos los pederastas, concluyen los expertos. Su perversa
estrategia le funcionó hasta que una de las niñas no quiso seguir con el
juego y se lo contó a la madre, que acudió a la policía. No era la
primera vez que detenían a José por ese motivo. Los pederastas, insisten
los psicólogos, reinciden porque no pueden frenar sus impulsos.
José vivía con su pareja en un piso contiguo a la tienda. Pasaba por ser
un hombre "cordial y simpático". Su nombre ha sido borrado del buzón
con tippex. Los vecinos se preguntan si hubiera podido actuar de otro
modo. Lo más probable es que no. "Hay pedófilos que se contienen porque
saben el daño que causan, o porque temen a la policía. Pero la mayoría
acaban delinquiendo", opina Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología
Clínica en la Universidad del País Vasco, que recuerda que hay que
distinguir entre pedofilia (un concepto clínico que indica atracción por
los niños) y pederastia, que supone el delito de abusar de ellos.
El
primer paso de los pedófilos es consumir pornografía infantil. Más tarde
contactan con sus posibles víctimas y "despliegan estrategias de
seducción", sigue el experto.
La adolescencia es clave en el nacimiento de esta psicopatología. "Si el
joven se excita con estímulos atípicos, como imágenes infantiles, puede
acabar asociando placer sexual con niños", aclara Echeburúa. Esa
hipótesis la corrobora Santiago Redondo, profesor de Psicología y
Criminología de la Universidad de Barcelona: "El adolescente se inicia
en el sexo pensando en niños. El problema es que reproduce esa
experiencia en su imaginación".
La creencia, exaltada por el cine y la televisión, de que la víctima se
convierte en verdugo, es cierta. Al menos, en parte. "Los niños de los
que han abusado sufren interferencias en su desarrollo emocional. Por
eso pueden tener comportamientos anómalos", indica Echeburúa. El
responsable de tratamiento de la cárcel barcelonesa de Brians 2, Joan
Carles Navarro, ha visitado a cientos de pederastas condenados y ha
visto casos sorprendentes: "Un hombre admitió que abusaron de él a los
12 años; la misma edad que tenían sus víctimas. Entonces otro paciente
se puso en pie y recordó, para su sorpresa, que también abusaron de él".
Los expertos consideran que la transformación de víctima en verdugo
era más frecuente en el pasado, cuando no existía tratamiento alguno y
los menores llevaban el asunto en el más absoluto secreto. Además,
alertan de que puede darse el efecto contrario: el adulto ejerce una
sobrevigilancia sobre el menor para evitar que él también tenga que
sufrir. En todo caso, destacan los psicólogos, parece que en la
pedofilia no hay factores genéticos implicados, aunque admiten que
quedan terrenos por descubrir.
¿Cómo se distingue a un pedófilo? Los psicólogos sí han dado aquí con
respuestas firmes, de manual. El pedófilo se muestra simpático al lado
del niño; disfruta de una capacidad de atracción que le permite ganarse
su confianza sin necesidad, por lo general, de usar la fuerza. El caso
de Mari Luz es, en ese sentido, excepcional. Con los adultos, el
pedófilo se siente incómodo. Procura rodearse de niños a través del
trabajo y el tiempo libre: sacerdotes, monitores de colonias o
vendedores de caramelos, entre otros. Casi todos son hombres.
Algo funciona mal en la mente de los pedófilos. Justifican su conducta.
Para convencerse de que actúan bien alteran, si les conviene, su
pensamiento. "Sufren distorsiones cognitivas. Se dicen a sí mismos que a
los niños les gusta que les toquen, que no hay nada de malo en ello,
que es otra forma de cariño", reflexiona Redondo. Se trata de una cómoda
excusa y de un fraude, pues la relación "es asimétrica" y el niño "no
está en condiciones de decidir qué quiere, aunque diga que sí", añade
Echeburúa.
Internet ha reforzado su engaño. "Gracias a la Red, el individuo
contacta con un grupo y se siente ubicado. Es un factor de riesgo",
asegura Redondo. Los boy lovers -así se les llama en su refugio virtual-
se prestan apoyo y comprensión desde el anonimato, lo que dificulta la
acción policial. El fenómeno aún no ha sido abordado en toda su
dimensión.
Según diversos estudios, más de un 20% de las niñas y un 10% de los
niños han sido víctimas de abusos. Y no hay tantos pedófilos; de hecho,
numéricamente son pocos. La razón es que la mayoría de abusos (más del
65%, según otros informes) se dan en casa y a manos de hombres que, en
principio, prefieren a adultos para sus relaciones sexuales. Son los
llamados "pedófilos circunstanciales" o "abusadores intrafamiliares". Se
trata de personas que se interesan por los menores a raíz de alguna
carencia. Hay tantos orígenes como circunstancias personales. "Ruptura
de pareja, insatisfacción, depresión, búsqueda de experiencias nuevas,
disponibilidad de los niños, soledad", resume Echeburúa. "Mezclan el
afecto paterno-filial con el amor sexual. De alguna manera, los padres
se enamoran de sus hijas", concluye Navarro. Si la obsesión se lleva al
extremo, puede conducir a casos como el del austriaco Josef Fritzl, que
abusó reiteradamente de su hija Elisabeth y la mantuvo encerrada en un
sótano 24 años. Su caso sólo lo explican los expertos por una patología
mucho más acentuada cuyas consecuencias no son, por fortuna, habituales.
¿Dónde está la frontera entre el cariño hacia los hijos y el abuso? La
marca el sentido común. Y una señal muy obvia: la excitación. "Un adulto
sano distingue entre el afecto y un componente sexual, que se
manifiesta de forma evidente", señala Echeburúa. Al traspasar esa
delgada línea, el adulto se desboca. A diferencia de los pedófilos
desconocidos, prolongan los abusos indefinidamente, porque el niño está a
su lado. El familiar -padre, tío, abuelo, hermano- seduce y amenaza
según le convenga. Primero viene el cortejo: la niña como preferida de
la casa. Sigue la complicidad: es un secreto entre los dos. Y el recurso
previo a la violencia: si la niña se chiva, a su madre le pasará tal o
cual cosa.
Superar el trauma es harto complicado. Más aún si el tormento se da en
el hogar. Y no sólo porque los abusos son continuos, sino porque el niño
se siente decepcionado y traicionado por los adultos. Para colmo, el
episodio puede acabar con la estabilidad familiar. Las niñas se sienten
culpables por no haberse dado cuenta de lo que ocurría. Una sensación
que crece cuando el menor cuenta lo ocurrido. Los familiares, dicen los
expertos, suelen hacer caso al menor. El asunto, sin embargo, compromete
la estabilidad familiar. El niño se pregunta entonces si hubiera sido
mejor estar callado. Renace así el sentimiento de culpa.
Eso, cuando el niño se da cuenta de lo que ocurre. Porque, si el daño se
produce en una edad temprana (hasta los cinco años) puede percibirlo
como algo "normal"; incluso como enamoramiento. ¿Por qué? "El abusador
las manipula para crear un nexo de complicidad", afirma Mariana
González, psicóloga de la Asociación de Asistencia a Mujeres Agredidas
Sexualmente.
Si el abuso persiste, el menor despierta. La televisión o una charla
con amigos pueden abrirle los ojos. O empieza a interesarse por
compañeros de clase y rechaza el contacto con el abusador. Algunos
menores deciden entonces hablar. "El familiar al que acude es clave. No
puede ser un cómplice silencioso que no da la voz de alarma por miedo a
lo que pasará", insiste González. A otros les cuesta más verbalizar.
Pero los síntomas aparecen igual: "Introversión, agresividad, demanda de
atención, alergias, erupciones... No se trata de pensar que nuestro
hijo es víctima de abuso, sino de contemplar esa opción", sostiene
González.
Los problemas afloran tarde o temprano. La mayoría de pacientes que
acuden a la asociación son adultos. "Algunos, con 60 años, no lo han
contado nunca. Viven el secreto como una losa. Cuando lo cuentan a la
familia, mejoran", dice la psicóloga. ¿Qué les hace buscar ayuda tiempo
después? "Suele ser una patología sexual. Pero a veces no. Por ejemplo,
una madre tiene un bebé y ha de llevarlo a que lo vea el abuelo, el
hombre que había abusado de ella".
Tratar a los pedófilos también resulta complejo. Sólo se les atiende
cuando ya están en la cárcel. Un proyecto pionero en la cárcel de Brians
demostró que los agresores sexuales bajo tratamiento tuvieron un nivel
de reincidencia 14 puntos menor a los no tratados. Ahora el proyecto se
llevará a una treintena de cárceles españolas. "Hay que trabajar mucho
la empatía", dice Navarro, que ha visto casos de todo tipo. "Un preso
nos contó que había tenido tres relaciones con mujeres. En los tres
casos, la mujer tenía una niña de la misma edad y él ni se había dado
cuenta". Redondo, por su parte, cree básico trabajar la prevención para
"cortar por lo sano" si se detecta algún "incidente confuso" en la
adolescencia.